Durante la dinastía, algo que caracterizaba al equipo, era que sin importar el marcador o el tiempo que quedara en el reloj, ningún partido se sentía completamente perdido, daba la impresión, de que siempre se podía remontar, sin embargo, es una característica, que parece ha desaparecido.
Esta “maldición” comenzó desde la salida de Brady, para el primer ejemplo, debemos remontarnos a la temporada 2020, cuando a dos yardas del touchdown, Seattle detuvo a Cam Newton para quedarse con la victoria.
En 2021, llegó Mac Jones, y los problemas continuaron, primero, fue contra los Buccaneers de Tom Brady, donde se estuvo a un gol de campo de llevarse la victoria. Durante esa misma temporada, se sufrió el mismo destino en contra de Cowboys, donde a pesar del touchdown tardío, se perdió el juego en tiempo extra.
Durante la temporada de 2022, en el juego de acción de gracias, una clara recepción de Hunter Henry, fue considerada como pase incompleto y una vez más, se perdió el juego. La semana siguiente, con el partido empatado en Las Vegas, una jugada lamentable por parte de Meyers, llevó a la derrota una vez más.
Llegando a la actual temporada, enfrentando a Eagles y Dolphins, en ambos partidos, se tuvo la oportunidad de ganar el partido en la última serie ofensiva del partido, una vez más, la victoria no estuvo de nuestro lado.
Todos estos partidos, tuvieron dls factores en común, decisiones cuestionables por parte del staff de coacheo, y falta de ejecución por parte de la ofensiva.
En una realidad alterna, donde esos partidos se hubieran ganado, en 2020 se hubiera llegado a playoffs como equipo wildcard, en 2021 se hubiera obtenido el título divisional, en 2022 se hubiera podido clasificar como equipo wildcard, y en 2023 se habría empezado con récord de 2-0.
Nuestro equipo está lejos de ser malo o mediocre, pero, si no se encuentra una manera de cerrar los partidos, seguiremos sin dar el siguiente paso a ser un equipo contendiente como estábamos acostumbrados.
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